miércoles, 6 de junio de 2018

112.- EL FILO DE LA NAVAJA: SABER Y NO SABER


112.- 
El misterio eterno de Dios no puede ser capturado ni controlado, sino solo recibido y pronunciado tan libremente como la respiración misma. ¡Lo único que llevamos haciendo desde el mismo momento en que nacimos y que algún día cesaremos de hacer en este cuerpo! Dios es tan disponible y tan accesible como nuestro propio aliento, y ninguna religión está en condiciones de distribuir eso ni de controlarlo ni de decidir para quien debe ser.
¿No es ese el significado del dramático aliento que Jesús exhala sobre los discípulos después de la resurrección (Jn 20,22)? ¡El Espíritu nos ha sido prometido definitivamente por Jesús y está tan disponible como el aire de la vida! Puedes dejar de leer este libro ahora mismo, porque nada de lo que pueda decir en adelante será mejor que esto.
Dios se niega a ser un objeto de conocimiento como el resto de los objetos de conocimiento. Dios no puede ser conocido del mismo modo que conocemos un árbol, un hecho científico o un libro. Dios únicamente puede ser conocido como sujeto afín. Se trata de un conocimiento recíproco en el que "conocemos tan plenamente como somos conocidos" (1 Cor 13,12). La sensación que se tiene es más la de estar siendo conocido a fondo que la de estar conociendo uno mismo. Se experimenta como un conocimiento participativo antes que como un conocimiento privado.
Dios no es tanto un dato ordinario de experiencia cuanto “una experiencia suficientemente amplia y profunda para permitirnos sostener el resto de nuestras experiencias”, de forma segura y profusa. Tal (tan) espacioso lugar será experimentado siempre más como no saber que como cualquier cosa que alguna vez hayamos llamado saber; así y todo, ¡tendrá una certeza más profunda que cualquier otra realidad que hayamos conocido solo con nuestras mentes! Esa es la paradoja. Y por eso se llama "conocimiento de fe". Es una clase diferente de conocimiento, investido de mayor autoridad interior aún que el conocimiento racional.
Esto es suficiente para convencerme de que en la revelación judía y en la revelación cristiana había profunda inspiración, y también es suficiente para hacer que me mantenga por siempre humilde ante el misterio. El texto inspirado sabía que de lo mejor y más importante no se puede -no se debe- hablar, “y el mensaje llega a su culmen en el aliento resucitado de Jesús, que es justamente Jesús no limitado ya por el espacio ni el tiempo y, sin embargo, de algún modo todavía en un cuerpo humano”. Toda la erudición y el estudio de los textos sagrados deben llevarse a cabo dentro de esta inmensa humildad, este encarnacionismo radical, este milagro cristiano. Alguien me pidió en una ocasión que resumiera mi visión del mundo en dos palabras y, sin pensarlo mucho, dije las siguientes: "mística encarnacional". Pienso que semejante visión de mundo se la debo a Jesús y a la Biblia.
Inspira y espira, durante el resto de tu vida: que esta sea tu oración a -y desde- un Dios así de vivo y absolutamente compartido. No necesitarás demostrárselo a nadie, ni podrás hacerlo. Limítate a seguir respirando de forma plenamente consciente y sin ofrecer ninguna resistencia, y conocerás lo que necesites conocer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario