112.-
El
misterio eterno de Dios no puede ser capturado ni controlado, sino solo
recibido y pronunciado tan libremente como la respiración misma. ¡Lo único que
llevamos haciendo desde el mismo momento en que nacimos y que algún día cesaremos
de hacer en este cuerpo! Dios es tan disponible y tan accesible como nuestro
propio aliento, y ninguna religión está en condiciones de distribuir eso ni de
controlarlo ni de decidir para quien debe ser.
¿No es ese el significado del dramático
aliento que Jesús exhala sobre los discípulos después de la resurrección (Jn
20,22)? ¡El Espíritu nos ha sido prometido definitivamente por Jesús y está tan
disponible como el aire de la vida! Puedes dejar de leer este libro ahora
mismo, porque nada de lo que pueda decir en adelante será mejor que esto.
Dios se niega a ser un objeto de
conocimiento como el resto de los objetos de conocimiento. Dios no puede ser
conocido del mismo modo que conocemos un árbol, un hecho científico o un libro.
Dios únicamente puede ser conocido como sujeto afín. Se trata de un
conocimiento recíproco en el que "conocemos tan plenamente como somos
conocidos" (1 Cor 13,12). La sensación que se tiene es más la de estar
siendo conocido a fondo que la de estar conociendo uno mismo. Se
experimenta como un conocimiento participativo antes que como un conocimiento
privado.
Dios no es tanto un dato ordinario de
experiencia cuanto “una experiencia suficientemente amplia y profunda para permitirnos
sostener el resto de nuestras experiencias”, de forma segura y profusa.
Tal (tan) espacioso lugar será experimentado siempre más como no saber que como
cualquier cosa que alguna vez hayamos llamado saber; así y todo, ¡tendrá una
certeza más profunda que cualquier otra realidad que hayamos conocido solo con
nuestras mentes! Esa es la paradoja. Y por eso se llama "conocimiento de fe".
Es una clase diferente de conocimiento, investido de mayor autoridad interior
aún que el conocimiento racional.
Esto es suficiente para convencerme de que
en la revelación judía y en la revelación cristiana había profunda inspiración,
y también es suficiente para hacer que me mantenga por siempre humilde ante el
misterio. El texto inspirado sabía que de lo mejor y más importante no se puede
-no se debe- hablar, “y el mensaje llega a su culmen en el
aliento resucitado de Jesús, que es justamente Jesús no limitado ya por el
espacio ni el tiempo y, sin embargo, de algún modo todavía en un cuerpo humano”.
Toda la erudición y el estudio de los textos sagrados deben llevarse a
cabo dentro de esta inmensa humildad, este encarnacionismo radical, este
milagro cristiano. Alguien me pidió en una ocasión que resumiera mi visión del
mundo en dos palabras y, sin pensarlo mucho, dije las siguientes: "mística
encarnacional". Pienso que semejante visión de mundo se la debo a
Jesús y a la Biblia.
Inspira y espira, durante el resto de
tu vida: que esta sea tu oración a -y desde- un Dios así de vivo y
absolutamente compartido. No necesitarás demostrárselo a nadie, ni podrás
hacerlo. Limítate a seguir respirando de forma plenamente consciente y sin
ofrecer ninguna resistencia, y conocerás lo que necesites conocer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario