miércoles, 6 de junio de 2018

108.- EL FILO DE LA NAVAJA: SABER Y NO SABER


108.- 
La idolatría de las palabras
La gran deficiencia del literalismo bíblico es que da por sentado que comprende, cuando en realidad a menudo pasa por alto los movimientos profundos del Espíritu, los mensajes que provienen del inconsciente y lo que suele ser escrito ‘entre’ líneas (al igual que en cualquier conversación humana).
En la actualidad, los maestros de comunicación insisten incluso en que hasta dos tercios de lo que se comunica es transmitido por el contexto y por mensajes no verbales. Lo importante no es tanto ‘lo que’ se dice cuanto cómo, cuándo, dónde, por quién y con qué inflexión y énfasis se dice. El fundamentalismo se centra tanto en el texto que casi siempre ignora el contexto. Y así, suele comunicar poca profundidad y poca amplitud.
Es necesario aceptar las formas literarias en las que está compuesta la Sagrada Escritura, al igual que entendemos la diferencia entre obras de no ficción, novelas, poesías y artículos de investigación cuando vamos a la biblioteca. En caso contrario, terminamos en el fundamentalista callejón sin salida en el que hoy nos encontramos: insistiendo en conclusiones que no están en el texto y que a menudo son contradichas por otros pasajes (que entonces se ignoran), condenando conductas sobre las que Jesús nunca habló (la homosexualidad y el control de la natalidad), legitimando fenómenos que Jesús criticó con vehemencia (la riqueza y la violencia). Aquí no me estoy posicionando sobre estos asuntos; tan solo pretendo poner de manifiesto nuestra absoluta inconsistencia. Esto es lo que yo quiero resaltar y es también lo que quiere resaltar gran parte de quienes critican la "eclesialización" en su forma actual. El mundo se ha percatado de nuestros sesgos de interpretación, así como de que se trata de sesgos invariablemente favorables al poder y con frecuencia contrarios al cuerpo.
Debemos aproximarnos a las Escrituras con humildad y paciencia, prescindiendo de nuestros propios intereses, permitiendo que el Espíritu remueva por nosotros el sentido profundo. ¡De lo contrario solo oímos aquello con lo que ya estamos de acuerdo o lo que hemos decidido buscar! ¿No es algo más bien obvio? Como dirá Pablo, "no debemos enseñar de la manera en que se enseña la filosofía, sino de la manera en que nos enseña el Espíritu: debemos explicar las cosas espirituales en términos espirituales" (1Cor 2,13). Tobin Hart señala que este modo de enseñanza tiene que ver mucho más con la transformación que con la información. Eso cambia por completo el enfoque y la meta.
Existe una luz necesaria que solo resulta accesible a través de la oscuridad, a través de la oscuridad que se cierne sobre nosotros en esos espacios liminales que son el nacimiento, la muerte y el sufrimiento. Es algo que no se puede aprender en los libros, ni siquiera en éste. Hay verdades que solo pueden ser conocidas si estamos suficientemente vaciados, suficientemente dispuestos, suficientemente confundidos o suficientemente desestabilizados. ¡Esa es la genialidad de la Biblia! No nos permite resolver esas cuestiones en las aulas de teología. De hecho, ‘nada’ de la Biblia parece haber sido escrito en ambientes académicos ni estar dirigido a ellos.

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