107.-
Las
tres religiones monoteístas insisten, cada cual, a su manera, en elevar
pretensiones absolutas de verdad ‘en forma de palabras’, mientras que
la
pretensión de verdad de Jesús era su propia persona (Jn 14,6), su
presencia (Jn 6,35ss), su capacidad de participar en el perfecto
amor de Dios (Jn 17,21-22). Haber acentuado el pleno acuerdo sobre
palabras y formas (¡algo que nunca va a suceder!) en vez de invitar a las
personas a vivir la experiencia de la ‘Presencia Informe’ es el origen de mucha
de la violencia padecida en la historia humana. Jesús nos brinda su ‘presencia
resucitada’ como "el camino, la verdad y la vida" En ese
plano no hay mucho en torno a lo cual contender; de hecho, la disputa pierde
todo interés. «Todo lo que las formas pueden hacer es señalar al Informe; sin
embargo, no niego la profunda necesidad que tenemos de las formas y las
palabras -y el don que representan-. Sin duda, necesitamos indicadores y
"abrebotellas"».
Un amigo fundamentalista me dijo en cierta
ocasión que uno nunca puede "interpretar" la Biblia. Espero que se
haya dado cuenta de que eso es imposible. No se puede ‘no’ interpretar la Biblia. El solo hecho de leer la Biblia
conlleva interpretarla a través de nuestra cultura, nuestro temperamento,
nuestra personalidad, a través de la pertenencia a una época concreta de la
historia y a un lugar determinado. Eso es ‘siempre’
una interpretación.
Quien rechaza la interpretación
informada se ve atrapado en su propia y
limitada interpretación cultural. Verdaderamente, no hay elección. Uno ‘tiene que’ interpretar y, ‘de hecho’, interpretará. Pero lo mejor
que puede hacer es elevar a conciencia sus sesgos personales y tratar de
apartar del camino los intereses de su propio ego. Aquí es donde el
cristianismo ha sido muy, muy débil en la educación espiritual de sus miembros.
Y esa es también la razón de que yo acentúe la oración como proceso necesario.
Solo las personas orantes y contemplativas
(no quienes piensan en términos disyuntivos) pueden extraer esos significados
profundos. Los únicos otros momentos importantes en los que tendemos a
abandonar el pensamiento dualista es cuando nos vemos asaltados por la
oscuridad, la pena y el duelo. Así pues, pienso que ‘la oración y el sufrimiento son
las dos principales sendas de transformación’. Solamente entonces
comenzamos a leer las Escrituras con lo que el Deuteronomio (Dt 10,16) y
Jeremías (Jr 4,4) llaman un "corazón circunciso" y al
oírlas con "oídos circuncisos" (Jr 6,10). A buen seguro, hace
falta algún recorte, alguna poda del programa del ego y de la cultura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario