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"No digáis nada a
nadie"
Esta advertencia realizada por Jesús a sus
discípulos a raíz de la transfiguración para que no contaran nada al respecto
es denominada con frecuencia "secreto mesiánico" por los
comentaristas de las Escrituras. Es habitual que Jesús exija silencio después
de muchas de sus acciones y milagros. Tampoco permite hablar a los demonios
"que saben quién es" (Mc 1,34). ¡Qué interesante! ¿Por qué crees que
dice a la gente que no digan nada? Bueno, a veces Jesús añade una frase muy
elocuente después de ordenar silencio: "Hasta después de la Resurrección"
(Mc 9,9).
He aquí mi interpretación: hasta
que no hayas experimentado el misterio de la transformación del falso yo al yo
verdadero, no hables sobre estas cosas, porque casi siempre harás mal uso de
esa experiencia y la malinterpretarás. Admirarás a Jesús por sus milagros en
vez de esperar el verdadero sentido del milagro, que invariablemente es la
transformación interior. Una cura médica no es lo mismo que una sanación, ¡y lo
que Jesús quiere es sanar a la gente! A Jesús no le interesa ser tan solo un
taumaturgo, un obrador de milagros, lo que interpela mayormente a las
necesidades del ego de las personas. Él ofrece lo verdadero.
Yo celebro ritos de paso en Ghost Ranch,
en Nuevo México, así como en otros lugares, guiando a varones por los ritos de
iniciación históricos. El último día siempre tengo que decirles: "No
habléis de esto a menos durante una semana y, si es posible, más tiempo".
Fuera de contexto, siempre serán mal interpretados, malentendidos e incluso
ridiculizados.
Cuando la experiencia de iniciación ha concluido,
el recién iniciado abandona el espacio sagrado, liminal. Cualesquiera palabras
que utilice para describir lo que acaba de experimentar en el espacio liminal
serán trivializadas fuera de ese espacio sagrado, o bien concretará y congelará
su experiencia al comunicarla por primera vez.
¿Te has percatado de esa tendencia?
El modo en que uno cuenta las cosas por primera vez es "como serán"
en adelante, incluso en su propia mente. Creo que esta es la razón por la que
Jesús dijo. "No digáis nada a nadie", y quizá también la razón
por la que no escribió nada. Sabía que convertiríamos sus palabras en dogmas
verbales en lugar de tomarlas como experiencias interiores; y eso es lo que, de
todos modos, hemos hecho.
Francamente, pienso que aquí radica gran
parte de la atracción que el budismo ejerce en tantas y tantas personas en la
actualidad. El budismo es del todo honesto en lo que concierne a la teología de
la oscuridad, a nuestra incapacidad de conocer. Es mucho más humilde que las
religiones monoteístas a la hora de confiar en las posibilidades de la palabra.
El islam, el judaísmo y el cristianismo asumieron un gran riesgo al plasmar en
palabras la experiencia religiosa.
Así, mayor aún fue el riesgo que Dios
asumió en la encarnación, permitiendo que la Palabra se hiciera carne (Jn
1,14). El precio que hemos pagado por una cierta idolatría de las palabras es
que las religiones monoteístas se han convertido en las menos tolerantes de
todas las grandes religiones. Tanto el hinduismo como el budismo tienen una tendencia
mucho más arraigada que las religiones monoteístas a aceptar al otro. (¡¡¡Richard,
nacer "intocable" para toda la vida... no sé qué quieres que te
diga!!!, pero no me parece precisamente aceptación).
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