miércoles, 6 de junio de 2018

103.- EL FILO DE LA NAVAJA: SABER Y NO SABER


103.- 
La confusión actual
Como todos sabemos, la historia humana atraviesa una época de gran fluctuación, de acusado cambio cultural y espiritual. La psique ni sabe qué hacer con tanta información. Me cuentan que, si tomamos como unidad toda la información acumulada por los seres humanos hasta 1900, esa unidad se duplica ahora cada diez años. Esto nos da una idea de la confusión y la ansiedad a la que hoy hemos de hacer frente, en especial en nuestros hijos y en las personas carentes de fundamento.
Ante el actual exceso de información, los seres humanos buscan unas cuantas certezas que les permitan definirse a sí mismos. Vemos fundamentalismo incluso en numerosos líderes religiosos cuando ello conviene a su visión cultural o política del mundo. A buen seguro lo percibimos asimismo en los niveles inferiores de la religión, allí donde Dios es utilizado para justificar la violencia, el odio, los prejuicios y "mi" manera de hacer las cosas. En la actualidad esto puede ser observado con mayor facilidad en el islam que entre nosotros, pero está por todas partes. La mente del fundamentalista es básicamente la misma en el judaísmo, el cristianismo, el islam y los fundamentalismos seculares, por ejemplo, el ateísmo, el militarismo y el de quienes piensan que la economía de mercado ha caído del cielo.
“La mente fundamentalista es una mente que gusta de respuestas y explicaciones hasta tal punto que permanece deliberadamente ignorante de cómo la historia ha llegado a esas explicaciones o de cuán interesadas suelen ser”. La mentira satisfactoria nos resulta más agradable que la verdad insatisfactoria (preferimos la mentira vestida de ropajes de verdad –“postverdad”-, a la verdad desnuda), y la verdad plena es invariablemente incapaz de satisfacer... al menos al pequeño yo.
La gran espiritualidad, en cambio, busca, busca siempre el equilibrio entre opuestos, un equilibrio muy sutil, pero creativo. Como afirma el jesuita William Johnston. "La fe es ese avance hacia el ámbito profundo del alma que acepta con humildad la paradoja". Cuando uno se inclina demasiado a hacia uno de los lados, se descubre a sí mismo ora demasiado seguro de su propia integridad, ora demasiado escéptico y cínico. Tiene que existir un sano término medio, y espero que eso sea lo que estamos buscando aquí en la medida en que procuramos conservar así la tan necesitada luz como la también necesitada oscuridad.

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