miércoles, 6 de junio de 2018

101.- EL FILO DE LA NAVAJA: SABER Y NO SABER


101.- 
El desierto y la cima del monte
Para una espiritualidad de la oscuridad, las metáforas bíblicas serían la cueva, el éxodo, el exilio, el vientre del pez, el páramo y, sobre todo, el desierto. Una espiritualidad de la luz estaría representada por imágenes de cimas de montes, en especial las del Sinaí, el Horeb, el Tabor e incluso el monte de las Bienaventuranzas. Y también, hasta cierto punto, por el lenguaje apocalíptico que se encuentra en los libros de Daniel, Ezequiel y el Apocalipsis, aunque sus tentativas de ser luz perfecta (es decir, “apokálypsis” o "revelación") suelen terminar confundiendo a la mayoría de la gente y conduciéndola de regreso al miedo y a las conjeturas interesadas, como hoy vemos en la mayor parte de los arrobamientos y teorías sobre el juicio final. (Este ha sido el efecto práctico del grueso de la literatura apocalíptica, porque permite a la mente indisciplinada proyectar lo que le venga en gana sobre un imaginario estrambótico, dualista y, por lo general, bélico. La serie de éxitos de ventas ‘Left Behind’ [Dejados atrás] sería un ejemplo de semejante apelación al miedo en general, al miedo a la muerte, a Dios como ser vengativo y a la religión como superioridad y exclusivismo. No hay mucho amor a la vista. El hecho de que el cristianismo occidental se sienta atraído por tales libros, que no exigen nada del lector salvo ideas, constituye un juicio demoledor sobre su inmadurez).
Para los propósitos (de este trabajo), de este libro, yuxtapondremos y valoraremos en su justa medida tanto el desierto como la cima del monte. Estas son dos metáforas diferentes para designar el gran misterio de aquello de lo que no se puede hablar directamente en lenguaje racional. La tradición del monte gira en torno a la presencia; la tradición del desierto, en torno a la ausencia. La tradición del monte tiene que ver con hablar; la tradición del desierto, con el silencio. El monte del saber, el desierto del no saber. Tanto "la columna de fuego de día [como] la columna de nubes de noche" (cf. Ex 13,21-22) son buenos guías, ¡pero nunca por separado!
El saber y el no saber están bellamente entrelazados en dos pasajes complementarios de las Escrituras: Moisés en el monte Sinaí y Jesús en el monte de la Transfiguración. En Ex 20-21 vemos que, estando Moisés en el Sinaí, Dios se hace de algún modo manifiesto y, no obstante, habita en tenebrosa oscuridad. En Dt 4,15 puede leerse. "Aquel día no visteis figura alguna en el Horeb".

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