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Simeón
el Nuevo Teólogo (949-1022), un santo y
místico venerado hasta hoy por los cristianos orientales, escribió palabras que
señalan bellamente hacia este nuevo campo de fuerzas que llamamos el cuerpo de
Cristo.
Simeón describe esta corporeización
cósmica creada por la gracia de Dios y la respuesta que nosotros le damos. El
decimoquinto de sus ‘Himnos al amor
divino’ explicita de maravilla esa unión con Dios a la que la Biblia nos
invita para siempre, impulsándonos hacia ella. Se trata probablemente de mi
poema religioso favorito; y con sus veintisiete versos místicos -que, siendo
sincero, dicen todo lo que he intentado exponer- quiero sintetizar toda la
prosa de este libro.
Este es el ejercicio de hilar fino con que
terminamos, porque desplaza todo lo dicho al ahora, a la experiencia presente,
al vivo campo de fuerza dentro del cual sabremos por nosotros mismos que todo
ello es verdad; ya no dependeremos de sistemas de creencias, ni siquiera de
citas bíblicas. Aquí, en el himno de Simeón, la Escritura se ha convertido en
espiritualidad:
"Nos despertamos en el cuerpo de
Cristo
cuando Cristo despierta nuestros cuerpos.
Bajo la mirada y veo que mi pobre mano es
Cristo;
él entra en mi pie y es infinitamente yo
mismo.
Muevo la mano, y esta, por milagro,
se convierte en Cristo,
deviene todo él.
Muevo el pie y, de repente,
él aparece en el destello de un relámpago.
¿Te parecen blasfemas mis palabras?
En tal caso, ábrele tu corazón.
Y recibe a quien de par en par
a ti se está abriendo.
Pues si lo amamos de verdad,
nos despertaremos dentro de su cuerpo,
donde todo nuestro cuerpo,
hasta la parte más oculta,
se realiza en alegría como Cristo,
y este nos hace por completo reales.
Y todo lo que está herido, todo
lo que nos parece sombrío, áspero,
vergonzoso,
lisiado, feo, irreparablemente dañado,
es transformado por él.
Y en él, reconocido como íntegro, como
adorable,
como radiante en su luz,
nos despertamos, amados
hasta en el último rincón de nuestro
cuerpo".
«Examinaos: ¿percibís que Jesús, el
Cristo, está realmente en vosotros? Si la respuesta es negativa, no habéis
superado la prueba».
-2
Cor 13,5
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