99.-
Las dos corrientes
Este acto de equilibrio interior afloró en
el mundo de la espiritualidad en forma, por así decir, de dos barras laterales
como aquellas donde se aloja la publicidad en un sitio de Internet: Belden Lane
las denomina tradición del saber y tradición del no saber. Primero intentaré
explicar una y otra de forma muy sencilla y luego señalaré cómo aparecen ya y
son propuestas en la propia Biblia.
La manera más universal de denominar estas
dos tradiciones tal vez sea en términos de “oscuridad
y luz”. Las expresiones teológicas formales son “vía apofática” o "negativa", en la que se trata de
trascender las palabras y las imágenes hacia el silencio, y “vía catafática” o
"afirmativa", en la que se usan palabras, conceptos e imágenes. Creo
que ambas vías son necesarias: juntas constituyen una forma magnífica de
conciencia más elevada, que se conoce como fe bíblica.
La vía apofática, sin embargo, ha sido en
gran parte insuficientemente utilizada, enseñada y desarrollada desde la
Reforma protestante y la Ilustración. A la sazón, de hecho, nos avergonzamos de
nuestro "no saber" y en lo sucesivo intentamos librar nuestras
batallas racionalmente. Durante varios siglos, la religión ha adoptado en
Occidente una postura defensiva, una "mentalidad de sitiados" que nos
llevaba a necesitar certeza y claridad y dejaba poco espacio para el no saber y
la tradición mística. Todavía hoy nos refugiamos a menudo en esa posición
regresiva, aunque ahora lo hacemos para defendernos del secularismo, el
pensamiento de la Nueva Era y el diálogo interreligioso, fenómenos todos ellos
que, de diferentes maneras, parecen cuestionar nuestra identidad misma. Es
fundamental que en esta época en que vivimos volvamos a integrar las dos
corrientes del saber y el no saber.
Si vamos a hablar sobre la luz, debemos de
hacerlo también sobre la oscuridad, porque una y otra únicamente tienen sentido
en relación mutua (cf. 1Cor 15,40-41), de igual modo que solo encendemos la
hoguera pascual una vez que se abate la oscuridad. En gran parte del arte
mundial, el Sol y la Luna son representados juntos como símbolos sagrados. La
luz solar brinda una claridad absoluta y resplandeciente y disipa todas las
sombras, pero al mismo tiempo crea, paradójicamente, sombras muy definidas. Las
religiones patriarcales han preferido casi siempre dioses "solares",
así como la adoración del fuego, la luz y el orden sagrado. Hay muchas razones
para acentuar estos aspectos, pero en ellos no se agota la realidad.
La luz lunar es mucho más sutil, filtrada
e indirecta y, por eso mismo, en ocasiones más clarificadora y menos
amenazante. La luz solar puede resultar a veces demasiado refulgente, tan
diáfana que de hecho oscurece o enceguece. Recuerda que, a diferencia de los
demás actos de la creación del Génesis, cuando Dios separa la luz de las
tinieblas, “no” dice que sea
"bueno". Al comienzo mismo de la Biblia se nos advierte de que es
imposible separar por completo la luz de la oscuridad, a riesgo de que tanto la
una como la otra pierdan su sentido. El Génesis describe brillantemente la “bondad parcial” en el seno de la cual
existe la totalidad de la creación (Gn 1,4-5). Recuerda: “Lucifer” significa "portador de la luz" y pensar que
nosotros somos pura luz es siempre demoníaco: este suele ser el problema de algunos
pastores que se empeñan en que sus rebaños sean siempre de ovejas, negándoles
cualquier posibilidad de crecimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario