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El
actor con la viga en el ojo
Permíteme que emplee algunos términos
psicológicos, en concreto, el ego y la sombra, para explicar parcialmente esta
puesta en escena teológica. “El ego” es la parte del yo que
quiere ser significativa, principal, importante. Por su propia naturaleza,
suele estar a la defensiva y busca autoprotegerse. “Debe eliminar lo negativo para prosperar” (en Mt 23, Jesús lo
llama "actor", si bien el término griego se suele traducir por
"hipócrita").
“La sombra” es
la parte del yo que no queremos ver, la que siempre nos causa miedo y tampoco
queremos que otros vean. Tratamos de ocultarla o negarla, incluso -y sobre
todo- ante nosotros mismos. Jesús citando a Isaías, la describe como sigue:
"Por más que escuchéis, no comprenderéis, por más que miréis, no
veréis" (Mt 13,14-15). Los adictos la llaman hoy sencillamente
"negación".
Si el "actor " está a la
defensiva, la sombra es negada y reprimida; pero cuando lleva esa actitud
defensiva hasta el extremo, entonces la sombra es, de hecho, odiada y
proyectada sobre otros (por ejemplo, hay clérigos homosexuales que odian y
denigran a los homosexuales). Aquí resulta decisivo lo siguiente: “la sombra no es mala de por sí; ¡lo único
es que te permite actuar mal sin darte cuenta de que eso está mal!” Esa es
la razón por la que Jesús critica la hipocresía más que ninguna otra cosa. ¡No
odia en absoluto a los pecadores, sino más bien a quienes pretenden no serlo!
Si no me crees, compruébalo tú mismo, relato por relato.
La religión primitiva y la mayor parte de
la historia de las religiones han entendido siempre la sombra como problema. Al
fin y al cabo, la religión tiene que ver con desprenderse de la sombra, ¿no?
Este es el clásico ejemplo de abordar el síntoma en vez de la causa. En
realidad no podemos deshacernos de la sombra; tan solo somos capaces de
desenmascarar su juego, lo cual ya supone neutralizar en gran parte sus
efectos. O como se formula en la Carta a los Efesios: "Y lo que queda
expuesto a la luz deviene luz" (Ef 5,14).
Jesús y los profetas se enfrentan con la
causa, que es el ego. Nuestro problema no es tanto la sombra misma cuanto un
ego excesivamente a la defensiva, que siempre descubre y odia sus faltas en
otras personas y, de ese modo, elude su propia conversión.
La expresión que Jesús acuña para
referirse a la sombra negada es "la viga en el ojo", que
invariablemente ves como "la astilla en el ojo de tu hermano". El
consejo de Jesús es del todo certero: "Saca primero la viga de tu ojo y
entonces podrás distinguir para sacar la astilla del ojo de tu hermano"
(Mt 7,4-5). No niega que debemos hacer frente al mal, pero es preferible poner
primero nuestra casa en orden, de un modo por entero radical que en un pasaje
posterior de ese mismo evangelio será descrito como "sacarse el ojo"
(Mt 18,9). Si no vemos nuestra propia "viga", es inevitable que la
odiemos en algún otro lugar.
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