miércoles, 6 de junio de 2018

97.- EL FILO DE LA NAVAJA: SABER Y NO SABER




97.- 
Así y todo, lo que aquí estamos intentando hacer es usar esas cosas de importancia secundaria para señalar a -y clarificar- lo realmente importante, "sobre lo cual resulta imposible hablar". Pero ¿qué puedo hacer si no? Todas nuestras palabras, creencias y ritos son meros "dedos que señalan a la luna".
Yo creo que Jesús sigue la misma arriesgada senda, y ello ha posibilitado que sea interpretado de tantas y tan diferentes maneras (en la actualidad existen en el mundo entero treinta mil "confesiones" cristianas). Al parecer, él estaba dispuesto a asumir el riesgo; de lo contrario, habría escrito sus ideas. (¿Se te había ocurrido esto alguna vez?).
Hablar de Dios empieza a parecer una tarea imposible, al menos si uno piensa que tiene derecho a la certeza o la perfecta claridad. Esta es la necesaria y positiva pobreza de todo lenguaje espiritual. Al fin y al cabo, Jesús nunca dijo: "¡Tienes que acertar con la verdad!", ni siquiera que fuera importante estar en lo cierto. Habló sobre todo de ser honestos y humildes (probablemente las únicas formas de llevar razón accesibles para nosotros).
Esta admitida pobreza lingüística debería mantenernos humildes, así como llenos de curiosidad y en permanente búsqueda de Dios, aunque la historia de las religiones ha sido en gran medida lo contrario. De hecho, a lo que nos hemos dedicado mayormente ha sido a hablar de los "asuntos de tercer rango", los que nos permiten tener sensación de certeza, orden y control, temas como, por ejemplo, las finanzas, las vestimentas, los edificios, los roles, los cargos y quien posee la autoridad. A juzgar por mi experiencia, “las personas que encuentran a Dios suelen ser personas que se toman muy en serio su búsqueda y sus preguntas, dándoles mucha más importancia que al hecho de tener absoluta certeza sobre sus respuestas”. Ofrezco esto como una sabiduría conquistada a base de esfuerzo y sufrimiento.

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