jueves, 7 de junio de 2018

28.- ACERTAR EN EL QUIÉN


28.- 
En Gn 1,26 dice Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza". Es bastante interesante que aquí se use el plural. Diríase que se trata de una intuición de lo que más tarde llamaremos la Trinidad. Se podría entender esto como una temprana síntesis de lo que terminará siendo la revelación de Dios como comunidad, de Dios como relación, de un Dios que los cristianos ven como un misterio de perfecto dar y recibir, tanto hacia dentro como hacia fuera.
Conscientemente declaro que este modelo de Dios como dinámica comunión de personas es plantilla y patrón central de toda realidad. Volverá a aparecer a lo largo de esta obra como idea normativa, como fuente, pero también como dirección, y debería devenir más y más claro a medida que avance el texto. Es muy interesante constatar que los físicos, los biólogos moleculares y los astrónomos están a menudo más en sintonía con este patrón universal que muchos creyentes cristianos.
Pregúntate, sin embargo, qué es lo que Dios busca en este punto de la historia. No busca siervos. No busca esclavos ni trabajadores ni concursantes que tomen parte en el juego o tengan que sortear obstáculos conforme a ciertas reglas. ¡Dios busca sencillamente imágenes suyas! ¡Dios quiere que haya imágenes de Él recorriendo la tierra! ("Varón y hembra los creó Dios", se afirma también en (Gn 1,27), lo cual debe querer decir que existen dos manifestaciones principales de la imagen divina).
Esto es asombroso. Es como si Dios dijera: "Todo lo que quiero es tener ahí fuera algunas imágenes vivas que comuniquen quién soy, qué es lo que pretendo y qué está sucediendo en mí". "Vosotros sois los que escogí para que la gente sepa y crea en mí y comprenda quién soy yo" (Is 43,10). En adelante, toda verdadera moralidad es "imitación de Dios" sin más. ¡Mira cómo actúa Dios y haz tú lo mismo! El principio que rige no es tanto: "Quienes hacen lo correcto van al cielo", sino más bien: "Quienes viven como yo están ya en el cielo". (¡Seres pascuales, viviendo ya como resucitados!).
Dios quiere instrumentos utilizables que sean portadores del misterio, del peso de la gloria a la vez que del lastre del pecado, que puedan soportar la tiniebla y la luz y sostener la paradoja de la encarnación: la carne y el espíritu, lo humano y lo divino, el gozo y el sufrimiento, simultáneamente, tal como hizo Jesús. ¡Mira cómo actúa Jesús y haz tú lo mismo! Eso, desde luego, es duro.
Entonces, y solo entonces, volverá a ser "buena" la creación. Se trata de una bondad limitada, sin duda, siempre una mistura de cielo y tierra. Tal es la única bondad accesible a los seres humanos, pero resulta más que suficiente. Como el propio Jesús dirá más tarde: "Solo Dios es bueno" (Mc 10,18). Este texto nos plantea metas elevadas, pero no pretenciosas. No hay aquí ninguna apelación al ego, únicamente nuestra necesidad y deseo de unión: con nuestro propio yo y con Dios.

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