jueves, 7 de junio de 2018

26.- ACERTAR EN EL QUIÉN



26.-
Los "humanos" serán el lugar en el que los ángeles ascenderán y descenderán (Jn 1,51). Es en ellos donde la creación alcanzará conciencia plena y libre, pero todo refleja de algún modo al Creador. Dios crea lo que, al correr del tiempo, algunos llamarán los siete eslabones de la "gran cadena del ser": tierra, agua, plantas, animales, seres humanos, ángeles y santos, la divinidad misma.
La humillación que tú y yo padecemos, y que la mayoría de las personas se niegan a admitir, es que los seres humanos somos un amasijo de contradicciones. Somos antes que nada una bendición, pero todos sabemos que somos una bendición ambivalente. A este estado básico de la humanidad le damos el nombre de "pecado original", un término y una doctrina que a muchos no les gustan. Quizá "vergüenza" original habría descrito mejor este estado. Lo que sé es tenemos la sensación de no estar a la altura de las circunstancias: eso es obvio.
A menudo parece como si en algún lugar cercano a nuestro núcleo más íntimo existiera una trágica imperfección. Tanto los dramas griegos como los de Shakespeare afirman esto mismo, y también lo hace Pablo de una forma que desgarra el corazón (cf. Rom 7,14-25 para una meditación al respecto).
Por desgracia, en nuestro vocabulario la palabra "pecado" implica culpabilidad o equivocación personal, y eso no es en absoluto lo que quiere decir esta doctrina. De hecho, el significado preciso de la noción de pecado original es que tú “no” tienes la culpa de él, pero debes reconocer que existe una herida y que esta afecta a “todo” el mundo.
En este sentido, la doctrina del pecado original debería hacernos mucho más pacientes y empáticos con la realidad. Identifica nuestro conflicto interior, a fin de que no nos sorprendamos ni escandalicemos cuando este se ponga de manifiesto. Esta doctrina sitúa a la humanidad en un estadio honesto y compasivo, justo al comienzo.

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