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Son
siempre los olvidados, como el rechazado profeta Jeremías o el justo sufriente
Job, quienes comprenden las cosas con mayor profundidad y avanzan hacia la
iluminación. Isaías probablemente lleva esta idea a su expresión cimera en lo
que llamamos los "cuatro cánticos del Siervo sufriente", que se
encuentran en Is 42-53.
La estudiosa franciscana Ilia Delio
sintetiza, en The Humility of God [La humildad de Dios], este concepto con
hondura. Reconoce que, “antes de
encontrarse uno con Él, Dios es percibido como poder omnipotente; pero una vez
acontecido el encuentro, es percibido como amor humilde. Este ha sido siempre
el énfasis franciscano: ¡que Dios, en contra de todas las expectativas, es
humilde!”. Después de Jesús, Dios no puede seguir siendo percibido como el
Pantocrátor o la Omnipotencia misma, sino como miembro de una Trinidad humilde
que se anonada. Así es el Dios que Francisco descubrió en Jesús.
En Éxodo, Jueces, Josué, 1 y 2 Samuel, 1 y
2 Reyes, los líderes políticos quieren forjar de continuo alianzas en aras de
la seguridad militar. Sin embargo, Dios les dice siempre que no deben tener
alianzas ni tratados ni caballos ni carros: han de confiar únicamente en Dios.
¿Es esto pura ingenuidad? ¿O se trata más bien de un intento de conmocionar y
transformar la sabiduría convencional?
Como dirían Cyntia Bourgeault y otros, la
conciencia en su estadio primitivo, centrado casi en la disyuntiva de ganar o
perder, no puede imaginar que esto sea sino un piadoso regate. La sabiduría es
"otro modo de conocer" y entiende las cosas en un nivel de inclusión
más elevado, que aquí estamos llamando "transformación" o pensamiento
no dualista.
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