miércoles, 6 de junio de 2018

49.- PERSONAS CON UN ROSTRO


49.- 
La Biblia suscita sin cesar un "tú" positivo para el que Dios pueda ser un "yo" que elimine milagrosamente tu propio "yo" negativo. Ese es en verdad el quid de la cuestión. El lenguaje del yo y el tú de Martín Buber es una manera de hablar de la relación entre el amante y el amado, relación sustancialmente diferente de la relación yo-ello, en la que todo, amén de ser funcional e impersonal, ha de conseguirse con esfuerzo. El pecado podría ser definido como el hecho de vivir la totalidad de la propia vida en el seno de una relación yo-ello, sin experimentar nunca la relación yo-tú de un Amado.
Otro maravilloso, si bien menos conocido, filósofo judío es Emmanuel Lévinas (1906-1995), quien anduvo en compañía de algunos de los arquitectos del pensamiento moderno, incluidos Edmund Husserl y Martin Heidegger. Lévinas ilustra el hecho de que la verdad en la tradición bíblica no es igual que en la tradición griega (que es de donde procede el pensamiento occidental). La tradición bíblica afirma que la verdad no se encuentra en los conceptos abstractos, sino en el “encuentro con la alteridad”.
Lo que nos transforma, nos convierte y nos confiere nuestra más profunda identidad es, con el vocabulario de Lévinas, el "rostro del otro". Para Moisés, el rostro de Yahvé; para Jacob, el rostro de una amante; para David, el rostro de un acusador; para Judit, el rostro del enemigo: tales rostros transforman la "verdad" de esas personas. Esto es lo que tiende las coordenadas morales y místicas del judaísmo. Y ahí radica la razón por la que, hasta la fecha, los maestros judíos, antes que intentar crear una teología sistemática perfecta, como hace el catolicismo, narran relatos o escriben “midrasim”.
En la tradición griega en la que los cristianos occidentales hemos sido educados, la verdad es formada y encontrada por la mente privada y sus colecciones de ideas aceptadas. La identidad puede ser lograda autónomamente, con una cierta clase de autosuficiencia. Así, hablamos de "hombres que se han hecho a sí mismos" y de verdad cultural. Es la idea griega del héroe o el dios, si bien parece que nunca recordamos que por regla general se trataba de héroes trágicos y dioses desagradables. En el teatro griego, las relaciones son normalmente relaciones trágicas marcadas por la dominación y la manipulación, rara vez relaciones recíprocas basadas en el amor.
Jesús lleva la tradición bíblica a una de sus cimas cuando describe la verdad misma como personal antes que conceptual. Afirma: "Yo soy la verdad" (Jn 14,6), y a continuación se define a sí mismo como alguien que mantiene una relación absoluta con su "Padre" (Jn 14,7.9-10) y con el Espíritu, quien se relaciona con ambos (Jn 14,16-18). “Esto reorganiza el mundo de la religión, transformándolo de un círculo de argumentos sobre ideas y conceptos en un mundo de encuentro, relación y presencia ante el rostro del otro. Y eso lo cambia todo”.

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