miércoles, 6 de junio de 2018

60.- EL CUADRILÁTERO


60.- 
Si piensa que todo esto es palabrería subversiva, ello seguramente significa que no has estudiado demasiado a fondo la segunda parte de las Escrituras hebreas: los profetas o el nacimiento de la crítica. Sin duda, el canon profético es el que menos influencia tiene en la teología tanto católica como protestante, y ello se debe en gran medida a que lo habitual era leer a los profetas sólo en tanto en cuanto nos ofrecían textos de prueba en relación con la venida del Mesías. Sin embargo, ocupan demasiado espacio en la Biblia para que eso sea todo lo que dicen. Profetizar la llegada del Mesías no es ni siquiera la principal preocupación de estos libros, excepto cuando los leen cristianos necesitados de textos probatorios.
En los libros proféticos vemos el claro surgimiento de la conciencia crítica y la lucha interior de Israel. Vemos cómo permiten la formación de un testigo exterior objetivo, lo que equivale a la sentencia de muerte para el ego individual y colectivo. Los profetas tienen que dejar atrás su falsa inocencia y su ingenua superioridad y admitir que no siempre viven lo que dicen que hacen en el plano de la "ley" o en el marco de la idealizada imagen que tienen de sí mismos.
Casi podríamos calificar a los profetas de padres y madres de la conciencia, porque uno no alcanza ningún nivel profundo de conciencia hasta el momento en que pasa al pensamiento reflexivo y autocrítico. De hecho, permanece en gran medida inconsciente, falsamente inocente e inadvertido. Así, la mayoría de las personas optan por permanecer en ese primer estadio de conciencia. La "primer ingenuidad" es muy segura y consoladora. Es fantástico pensar que uno es el mejor del mundo, el centro del universo. Ello pasa incluso por santidad, pero bajo ningún concepto lo es.
Mientras no surja un testigo interior objetivo que nos devuelve la mirada con radical honestidad, no cabe hablar de que uno se encuentra despierto o consciente. Eso está en el núcleo de lo que queremos decir con "despertar". Hasta entonces, la mayoría de las personas funcionan con automatismos y son incapaces de percatarse de cómo opera su egocentrismo.
Por desgracia, las personas tienen tanto miedo a la crítica negativa y sentenciosa que parecen no lograr nunca acceso al "Testigo Compasivo" que se nos ha prometido en el don del Espíritu Santo (cf. Jn 14,16ss). ¡Qué maravilloso es que Juan llame al Espíritu Santo “paráklētos” o "abogado defensor"!

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