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Un
sistema imperial tiene mayor necesidad de ley, orden y nítidos sistemas de
pertenencia que deseo de misericordia, mansedumbre o sistemas transformadores.
Este fue el comienzo de la continua tentación de "eclesialización",
todavía hoy pujante, y probablemente constituye también la razón de que
nosotros mismos hayamos abusado con tanta frecuencia del poder.
Por la gracia de Dios, los santos de los
distintos siglos y grupos han seguido preocupándose de lo esencial, pero solo
en la medida en que se han demostrado dispuestos a pasar por todos esos
dolorosos abajamientos que los cristianos llamamos "vía crucis" y que
Jesús llamaba "signo de Jonás", san Agustín "misterio
pascual" y el credo de los apóstoles "descenso a los infiernos".
Al margen de estos itinerarios, hay ciertos aspectos de la naturaleza de Dios y
de la naturaleza del alma que uno sencillamente no puede comprender.
«¿Podéis beber la copa que yo he de
beber?», les pregunta Jesús a Santiago y Juan, quienes aún buscan asumir
determinados roles. "¡Claro que sí!", respondieron ellos, y lo que
dijo Jesús podríamos parafrasearlo de la siguiente manera: «Sin duda la
beberéis y no tendréis más remedio que hacerlo, pero no me corresponde a mí
asignar roles» (cf. Mt 20,22-23). La
religión reúne a muchas personas temerosas del infierno; la espiritualidad
empieza a cobrar sentido para quienes han atravesado el infierno, esto es, para
quienes han bebido las dificultades de la vida hasta apurarlas.
Jesús vino como víctima de la historia
humana porque, desde un punto de vista espiritual, solo la víctima puede
revelar tanto las luces como las sombras de la historia. La víctima sabe en qué
consiste la historia verdadera y de qué son cómplices en realidad aquellos que
forman parte del sistema. De lo contrario, ¿por qué iba a decirnos Jesús algo
tan ridículo como lo siguiente: «Dichosos vosotros cuando os injurien, os
persigan y os calumnien de todo por mi causa» (Mt 5,11)?
Esto no significa que las personas
ilustradas deban ser rechazadas; así y todo, es cierto que las personas heridas
y excluidas tienen mucha mayor probabilidad de ver claramente y de tener algo
que decir (¡como también la tienen de estar amargadas!). No obstante, Jesús
envía a sus seguidores a ese lugar, a vivir esa experiencia, porque la
sabiduría brota de la forma en que uno afronta su dolor. Esta es una
perspectiva única y necesaria, como siempre han comprendido los poetas,
artistas y visionarios. De hecho, me resultaría difícil entender las bienaventuranzas
de cualquier otra manera (cf. Mt 5,1-12).
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