jueves, 7 de junio de 2018

1.- INFORMACIÓN NO EQUIVALE NECESARIAMENTE A TRANSFORMACIÓN


1.-
1.- Información no equivale necesariamente a transformación

               "El exceso de explicación nos aleja del asombro".   
                                                                                         -Eugene Ionesco

En la actualidad necesitamos personas transformadas, no sólo personas con respuestas. Comenzamos citando a Ionesco, el dramaturgo francés de origen rumano, para curarnos en salud desde el principio: no queremos que nuestra verborrea aleje a nadie del asombro o se convierta en un sucedáneo de su experiencia interior. Las respuestas de la teología y la Biblia han desempeñado y siguen desempeñando ese papel para demasiada gente.
¡El objetivo de toda esa prodigiosa antología de libros y cartas que llamamos Biblia es justamente suscitar asombro! Su meta es la transformación divina (theosis), no la comodidad intelectual ni la molicie del "pequeño yo".
El escritor anglo-americano D.H. Lawrence afirma que "lo que más teme el mundo es una experiencia nueva, porque desplaza a las anteriores". Las ideas nunca son problema. "El mundo puede encasillar cualquier idea", dice. Las ideas son fáciles de descartar y de soslayar. Pero una auténtica ‘experiencia interior’ es otro cantar. Nos cambia, y los cambios no nos gustan a los seres humanos. A este mismo respecto, Rosemary Haughton habla con razón del "filo de la navaja de la experiencia".
La revelación bíblica nos invita a vivir una experiencia verdaderamente nueva. Por fortuna, en el siglo XXI la conciencia humana se encuentra mejor preparada que nunca para experiencias de este tipo. ¡Y también muy necesitada de ellas! El problema estriba en que, en vez de permitir que la Biblia sea una invitación a mirar la realidad ‘con ojos nuevos’, la hemos convertido en un conjunto de ideas sobre las que podemos llevar razón o estar equivocados. Y lo que es aún peor, muchas de tales ideas son las mismas y manidas ideas de toda la vida que reflejan el sistema de recompensa y castigo de la cultura dominante. Así, la mayoría de la gente no espera ya nada ‘bueno’ ni ‘nuevo’ de la trascendental revelación a la que conocemos como la Biblia.

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