85.-
Habiendo
vivido en círculos clericales, estoy en
condiciones de afirmar que esto no ha cambiado demasiado: es la naturaleza del
ego en todas las épocas. Los clérigos son formados y se visten para -y son
recompensados por- desempeñar un papel y una función, más que para la relación,
la espiritualidad o incluso la idoneidad profesional. Aunque no sea del todo
culpa suya, hacer carrera y dar rienda suelta a la ambición son arraigadas
necesidades masculinas contra las que específicamente nos advierten estos
textos. El varón (¡o la mujer!) que no sabe quién es en su interior codiciará
todas las formas de poder: títulos, trajes, precedencias, roles, ventajas
adicionales.
La propia Iglesia se apresura con
demasiada frecuencia a ser complaciente al respecto, aunque Jesús se mofaba de
todo ello y lo condenaba categóricamente (Lc 20,45-47; Mt 23,1ss). Son temas
como estos los que revelan la muy selectiva lectura de las Escrituras que lleva
a cabo cada una de las confesiones cristianas. La ceguera estructural puede
estar aún más extendida que la ceguera personal. El grupo a menudo mantiene a
la persona alejada de la verdad y la sinceridad.
Antes del 313 d.C., fecha en la que
Constantino convirtió al cristianismo en parte del poder establecido, los
cristianos estábamos en lo más bajo de la sociedad, que era la posición
ventajosa para comprender el Evangelio. De la noche a la mañana, pasamos de lo
más bajo a lo más alto, de las catacumbas a las basílicas, literalmente.
El término "basílica" significa
"palacio de reyes y reinas". Las basílicas romanas, que eran amplios
edificios para tribunales u otras asambleas públicas, se convirtieron en
lugares de oración. El cristianismo fue elevado a religión oficial del imperio,
y los cristianos empezamos a leer el Evangelio desde una posición de poder, no
desde la impotencia. Logramos transformar al Jesús "manso y humilde de
corazón" (Mt 11,29) en el juez severo que vemos en la Capilla Sixtina o en
el "Pantocrátor" del arte bizantino y las catedrales modernas. ¡En
cierto sentido, parece una religión diferente!
El decadente imperio romano necesitaba un
emperador, y Jesús fue utilizado para tapar el hueco, haciendo gran parte de su
enseñanza literalmente incomprensible e ingrata de escuchar, incluso para gente
buena. Las relaciones en el seno de la Trinidad se difuminaron en gran medida,
al igual que la forma misma de Dios: el Padre devino enojado y distante, Jesús
se convirtió en el tan necesitado emperador y, para todos los propósitos
prácticos, el Espíritu Santo cayó en el olvido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario