4.-
Este patrón de esperanza y temor está tan
arraigado en nuestras mentes que, transcurridos dos mil años desde la
encarnación de Dios en Cristo, no es mucho lo que ha cambiado, excepto en una
más bien pequeña masa crítica de la humanidad. Conforme a nuestra experiencia,
la mayoría de la gente sigue temiendo y procurando controlar a Dios en lugar de
amarlo. En realidad, nunca han sabido que esto último fuera posible, pues se
guiaban por la ecuación del poder. Cuando una de las partes tiene el poder en
exclusiva -y esto, para la mayoría, es lo que define a Dios- todo lo que cabe
hacer es temerla e intentar controlarla.
“La
única manera de cambiar esto es que Dios modifique la ecuación del poder y nos
invite a un mundo caracterizado por la reciprocidad y la vulnerabilidad”.
¡La imagen viva de esa transformación del poder se llama Jesús! En él, Dios
tomó la iniciativa de superar nuestro miedo y nuestra necesidad de manipularlo,
posibilitando así una relación honesta entre él y nosotros. Esta impensable
relación fue plantada ya en la conciencia humana con la idea judía de
"alianza de amor".
La mayor parte de las religiones antiguas
pensaban que podían "controlar" a Dios mediante el sacrificio de
seres humanos, un rito que encontramos en todos los continentes. En tiempos de
Abrahán, el instinto sacrificial madura un poco y las víctimas pasan a ser las
pobres cabras y ovejas y los pobres bueyes; había que sacrificar animales para
complacer a este Dios aterrador. Semejante rito persiste aún en África, la
India y Nepal. Las "culturas civilizadas", en cambio, lo han
transmutado en gran medida en diversas formas de autosacrificio y actos morales
heroicos, ¡porque todos sabemos que “algo”
tenemos que sacrificar si queremos ganarnos el favor divino!
No creemos realmente que Dios pueda
conocer y amar con naturalidad lo que ha creado, ni que nosotros podamos amarlo
a él (¡o siquiera apreciarlo!) de verdad. Tal es la fractura que se encuentra
en el núcleo de todo y que genera la Iglesia y la cultura abrumadoramente
basadas en el binomio de vergüenza y culpa que hoy tenemos en Occidente. (Dicha
fractura estuvo también en el origen de las diversas Reformas europeas, tanto
protestantes como católicas).
Lo increíblemente asombroso de la
revelación bíblica se encuentra, como esperamos saber mostrar, en el hecho de
que Dios es muy diferente de lo que pensamos y también mucho mejor de lo que
tememos. Parafraseando lo que un experto en física cuántica decía sobre el
universo: "Dios no es solo más extraño de lo que pensamos, sino más
extraño de lo que podemos pensar". Dios no es una mala noticia, sino, al
contrario, una noticia enormemente buena y reconfortante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario